Por Maximiliano González Navarro (tradición de Uchucmarca)
Desde 1950, aproximadamente, la fiesta en honor al Señor de los Milagros, se han convertido en fiesta tradicional, su día central es el 14 de setiembre. Y el pueblo de Uchucmarca lo celebra con mucho entusiasmo y fervor religioso. Aparte de los devotos del mismo pueblo, a ella acuden gente de las estancias, como también de los pueblos vecinos. Con gran devoción se concurre los dos, tres o cuatro días que dura la fiesta. Durante los días festivos, los mayordomos atienden al público con gran diligencia, haciendo derroche de comilonas y de abundante bebida. Se toma la chicha de jora, el cañazo, el guashupai o yonque. La procesión se realiza por las cuatro calles principales del pueblo. En el día central, la solemne misa es oficiada por un sacerdote contratado. Y en todas las actuaciones se cuenta con el acompañamiento de la Banda de Músicos. La corrida de toros dura uno o dos días y los toreros y capeadores son únicamente aficionados. Concluida la corrida de toros, o vacas bravas, son repuntadas a los potreros, en compañía del ganado manso. Hay igualmente carrera de caballos, pelea de gallos, torneos deportivos en fútbol, fulbito, básquet, bailes de amanecida, etc.
Por las informaciones que recibí de personas mayores de edad, de los más antiguos, sé que la sagrada Imagen del Señor de los Milagros fue transportada en el siglo XVIII del pueblo de San Luis, que pertenece a la actual provincia de San Pablo, en el Departamento de Cajamarca (Perú). El pueblo de Uchucmarca designó una Comisión para su traslado, la misma que fue encabezada por un hijo notable de la comunidad, el señor Luis Puspiondo Chuquillaja. El artista escultor presentó a la Comisión dos esculturas del Cristo Redentor a fin de que pudiera optar por una de ellas. La referida Comisión se quedó con la escultura de mayor tamaño. Es bueno señalar que el artista español había puesto en la obra un valor sublime. Pues está hecha de fina madera de Cedro, revestida de un delicado estucado de yeso, pálido mortal. El Cristo tiene la cabeza ligeramente inclinada sobre el pecho, con los ojos cerrados. Y lleva puesta la corona de espinas a la altura de sus sienes, de las que vierten abundantes y copiosas gotas de sangre, debido a las incrustaciones de las espinas de la corona. Presenta un rostro amoratado a consecuencia de bofetónes. Exhibe sangre coagulada sobre sus manos y pies, causado por la incrustación de los clavos al ser crucificado. Su costado izquierdo presenta una herida profunda debido a un lanzaso. Ambas rodillas las tiene amoratadas y heridas como resultado de numerosas caídas que sufrió cuando cargaba con la pesada cruz hacia el Monte Calvario. La sagrada imagen está clavada y asegurada a una bien pulida cruz de madera de Cedro, barnizada de plomo. Ignoramos su valor en moneda contante y sonante, entregada al artista escultor.Ella fue trasladada por la comisión, bien acondicionada en una camilla, hecha a propósito, para ser cargada por dos hombres. La comisión de don Luis Puspiondo Chuquillaja emprendió el camino de retorno sumamente contenta por desempeñar tan importante como honrosa misión para con su pueblo. Pensaban hacerla bendecir en la ciudad de Cajamarca. Al arribar a dicha ciudad, la transportaron a la Iglesia de La Recoleta, que por aquel entonces estaba regentada por sacerdotes de la Orden Misionera de los Jesuitas o compañía de Jesús. Por desgracia, al solicitar la bendición del Cristo, los sacerdotes Jesuitas pretendieron arrebatarles la imagen pretextando que una escultura tan bien tallada, con tanta perfección artística, no debía destinarse a un pueblo de infieles. Sin mayores explicaciones que las dadas, los sacerdotes se adueñaron de la imagen, la que fue colocada en el altar mayor y luego cerraron herméticamente las puertas de la Iglesia. Los hombres de la Comisión se sumieron en la más honda tristeza ante la inesperada pérdida de la sacra imagen.
- Qué cuenta daremos a nuestro pueblo.- se decían unos a otros, dejando entrever una honda preocupación, mientras cavilaban, les llegó la noche.
- Tal vez el día de mañana nos pudiéramos presentar al Prior del convento para rogarle... ojalá le inspiremos un poco de compasión y nos devuelva nuestra sagrada imagen.- decía el jefe de la comisión, el señor Luis Puspiondo Chuquillaja, rascándose la cabeza con aires de mucha tristeza y fastidio. Pero, eso sí, sin darse por vencido, en medio de la desesperación y la pena, se quedaron algunos semidormidos y otros dormidos. Todos se encontraban en el atrio de la puerta principal de la iglesia. El frío de la noche, por momentos arreciaba y nuestros hombres se acurrucaban bajo los ponchos y sombreros, tratando de buscar un poco de calor y abrigo. Felizmente el bolo de coca, matizado con la cal, también contribuían a darles calor y fuerzas. Sin embargo, en aquella noche triste y friolenta, don Luis había tenido un sueño sumamente revelador. Sin pensarlo dos veces les cuenta a sus compañeros de infortunio , que en sus sueños vio que el Cristo los llamaba y que las puertas de la iglesia estaban abiertas de par en par. Don Luis , inspirado como el mismo Dios, de pronto advierte, a través de la ranura de la puerta principal , que la otra puerta posterior, a la que llaman puerta falsa, estaba abierta y que sobre el Altar Mayor, donde precisamente se encontraba el Cristo Crucificado, un cirio alumbraba débil y pálidamente la lóbrega iglesia. La Comisión, con don Luis a la cabeza, no pierden la ocasión. Ingresan a paso largo, decididos a recuperar la imagen. Todas las santas y santos, que exhiben su sempiterno silencio y mutismo, son testigos de la audaz incursión. El Crucificado es colocado en la camilla, a la brevedad posible, y con el favor de Dios y su primer milagro, escaparon por el camino de la santa tierra. Ninguno miraba hacia atrás por temor a los padres jesuitas, a que los persiguieran. No pararon de andar día y noche hasta llegar a las orillas del río Marañón, en la localidad de Balsas,comprensión de la provincia de Chachapoyas,departamento de Amazonas. Ese mismo día llegaron al pueblo de Cochabamba,perteneciente al distrito de Chuquibamba,provincia de Chachapoyas,departamento de Amazonas, donde existen los restos de una ciudadela incaica,la que fue capital de reino de los Chachapoyas bajo el dominio incaico. Allí, unos padres misioneros bendijeron la sagrada imagen. En seguida prosiguieron viaje a Uchucmarca, donde el pueblo los recibió apoteosicamente.Ya libres de la pesadilla,que les habia tocado vivir, se dedicaron a relatar sobre las incidencias de este viaje memorable.
Maximiliano Gonzáles Navarro. Trujillo, Diciembre de 1989
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