lunes, 7 de septiembre de 2009

La maldición del cura Vargas,una tradición del Distrito de Uchucmarca, La Libertad - Perú.


Por: Maximiliano Gonzáles Navarro.
No podemos fijar a los acontecimientos que vamos a narrar. Solamente podemos calcular a groso modo que los mismos ocurrieron entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Son tradiciones verbales que se transmiten de padre a hijo, de viejo a joven y de una generación a otra. Por desgracia, nadie ni siquiera por simple curiosidad, ha querido conservarlo por escrito.

Don Francisco González Pino y don José Bernabé Navarro Chávez han sido personajes muy conocedores de tradiciones locales. A ellos precisamente corresponde esta tradición que yo he dado en llamarlo “La maldición del cura Vargas”. Por este motivo, dedico a ellos, mi cariño, mis respetos y distinguidos recuerdos. Que sirva el presente relato como el póstumo homenaje a sus esclarecidas memorias. Bien! Deducimos que el acontecimiento a narrar sucedió a mediados del siglo XVIII. Esto de acuerdo con las personas de la época, cuyos apellidos autóctonos como Puspiondo, Cabus, Chuquillaja han desaparecido, y otros, están a punto de extinguirse como Huamán, Huntul y Casahuamán.

El año que aconteció el drama, el Juez Encomendero de la Comunidad de Indígenas de Uchucmarca era Juan Pérez de Guevara y la fiesta que se estaba celebrando era en honor a su santo patrón: Juan Bautista. Esto se deduce por la inscripción que ha quedado en el frontis de la iglesia, la que también se llama como su santo patrón, y data desde 1692. Lo cierto es que desde aquel entonces dicha fiesta duraba 8 días y su organización corría a cargo de los llamados Mayordomos y Caporales. Es bueno decir que este tipo de fiestas se caracterizan por las grandes comilonas, derroches de licor, corrida de toros de lidia, carrera de caballos y folclor regional. Y tenía, como hoy, su día central :el 24 de junio. Los mayordomos eran elegidos con un año de anticipación, a fin de que llegaran a prepararse de la mejor manera posible. Porque este tipo de festividades son tan concurridas por todo el vecindario y pueblos vecinos. Días antes de la fiesta, las autoridades hacían reunir a los comuneros valiéndose de portavoces y toque de campanas con la finalidad de asear debidamente la Plaza de Armas y las calles. Entonces cada comunero se presentaba provisto de una escoba, hecha con ramas de Tayanga. Y con la que se entregaba ,con verdadero entusiasmo, a la labor de limpieza. Mientras el músico dejaba escapar las alegres notas musicales salidas de su flauta y su caja. En aquella vez, cuando los comuneros se encontraban realizando la citada faena, dos jóvenes forasteros, procedentes de Huamachuco, se hallaban recostados a la pared del Campanario. Eran los hermanos José y Dionisio Navarro, quienes espectaban indiferentes la tarea de limpieza pública. El Señor Gobernador, don Dionisio Alfaro dióse cuenta del descomedimiento de los caballeritos. Mandó a dos inspectores, alguaciles suyos, para que les obligara ayudar en el aseo. Pero ellos alegaron que eran forasteros y que, por tal motivo, no estaban obligados a realizar dicha faena. Esta actitud, de franca renuencia, amargó al Gobernador, quien sin miramiento alguno aplicó un iracundo varazo a don José Navarro.

Mas, la réplica no se hizo esperar. Don Dionisio Navarro, que estaba provisto de un filudo machete, sacándolo prontamente del cinto, le asestó un recio golpe con la parte plana , que terminó volándolo el pabellón de la oreja al agresivo Gobernador. No cabe duda que era un día negro tanto para el gobernador como para los hermanos Navarro. Estos últimos no hacía mucho que habían arribado de Huamachuco. Pues eran hijos de la mujer del cura Vargas, quien oficiaba de párroco en el pueblo San Juan Bautista de Uchucmarca.

Ver manando a borbotones, la sangre por el cuello de la autoridad, a consecuencia de haberle sido cercenada la oreja, fue motivo de gran enfurecimiento por parte del pueblo. Todos los comuneros clamaban venganza y muerte para los forasteros, quienes al ser atacados tuvieron que defenderse pero en retirada. Retrocedían arrimados a las paredes del Campanario. Y luego de ganar la entrada del Convento, en donde se atrincheraron, se prepararon para lo peor. Afuera, los palos y piedras caían, como lluvia, en dirección de ellos, de los hermanos Navarro. El cura Vargas, con el Crucifijo en alto, salió de su convento suplicando al exaltado pueblo, calma y tranquilidad. Pero, el populacho que estaba ciego de ira y con muchos deseos de venganza hizo caso omiso de las súplicas y rogativas del clérigo. Y en medio de tanto bochinche y barullo, el Crucifijo fue alcanzado por las piedras y palos, lanzados a diestra y siniestra. Y en consecuencia, reducido a añicos. En manos del sacerdote quedaba sólo la cruz de madera. Estas acciones vandálicas y de salvajismo motivaron la primera maldición del sacerdote hacia la turba de atacantes. Del grupo de endemoniados, que se encontraban arremolinados en el patio del citado convento, salió una orden a voz en cuello: “Saquen al Cura, su mula, sus hijos y a los dos criminales vivos o muertos”. Un cholo, dándose de valiente, quiso entrar por la puerta a la sala del Convento, pero cayó muerto por una sola puñalada de José Navarro. Mientras tanto, un hijo de pueblo, el Señor Marcos Mestanza, haciendo un forado a la pared conventual, y en acto de compasión por la familia del cura, logró sacarlos sanos y salvos. Posteriormente, el forado fue tapado con una pirca (pared) de piedras con barro y hasta el presente resulta aún notorio aquel hueco.

La esposa del cura, con sus hijos, chicos aún, lloraban de espanto.Ellos anduvieron descalzos hasta el cerro San Bartolomé, que domina al pueblo San Juan Bautista de Uchucmarca. En dicho lugar, y al cabo de algunos momentos, el Cura Vargas se acoplaba a su familia. Allí, el sacerdote no vaciló en lanzar su segunda maldición “eterna”, a sus atacantes. Obligado a dejar el pueblo, por la fuerza de las circunstancias, el cura Vargas con su familia se encaminaron con destino a Parcoy, que por aquel entonces era capital de la provincia liberteña de Pataz. Es bueno señalar que la Comunidad de Uchucmarca formaba parte de aquella comarca hasta el 20 de noviembre de 1916, en que se creó la actual provincia de Bolívar..

Estando ya en Parcoy, el Cura Vargas sentó varias denuncias contra de sus agresores, entre las cuales estaban aquellas personas implicadas en el allanamiento domiciliario, en los frustrados asesinatos y en los actos de sacrilegios...

Entretanto, los hermanos Navarro se abrían paso, puñal en mano, por entre sus atacantes. El drama de los hermanos Navarro semejaba a la de los leones acosados por una jauría. Provista de piedras, llevadas en la falda delantera de la pollera, una mujer se interpuso en forma resuelta ante el par de sitiados. Pero una puñalada mortal, asestado en el vientre, acabó con su vida. Entonces la gente ,sintiéndose atemorizada, les franquearon el paso a los dos jóvenes forasteros, quienes después de cruzar la Plaza de Armas, tomaron el camino que conduce hacia el pueblo de Celendín,en . Una nueva y última orden fue impartida por la autoridad: “Que se traiga a los criminales de donde fuera, vivos o muertos”. La gente, al comienzo en gran número, que iba en persecución de los hermanos Navarro, poco a poco fue quedándose en el trayecto. Solamente un reducido grupo de valientes quería llevar a término la disposición última del Gobernador. Luego de pasar el río Guanabamba, y estando a orillas del Marañón, José Navarro con la intención de cruzar a nado dicho río procedió a sacarse la ropa.

Otro tanto hizo su hermano Dionisio, con el fin de poder pasar a nado el gran río, al que conocían también con el nombre de “Jatun Mayo”.

Dionisio, debido a su falta de pericia, murió ahogado o arrastrado por la corriente. Únicamente José pudo alcanzar la otra orilla del Marañón ante la atónita e incrédula mirada de sus perseguidores. José Navarro, el sobreviviente, tiempo después convivió con una joven, que vivió en compañía de su madre y de su padrastro, el cura Vargas, y demás hermanos menores. Con esta buena mujer, cuyo nombre respondia a Maria Rosenda Chávez, natural del pueblo del El Huauco,hoy Sucre, en la Provincia de Celendín,departamento de Cajamarca,Perú, don José Navarro procreó tres hijos, hasta donde se sabe. Ellos fueron María, Dionisio y José Bernabé. Dionisio vivió en el desaparecido Distrito de La Soledad, de la Provincia de Pataz. Llegó a tener 3 hijos: Benjamín, Samuel y Custodio,quienes visitaron en 1918, a su tio José Bernabé, que radicaba en el pueblo de Uchucmarca.

En cambio, doña María Navarro Chávez se radicó en el actual distrito de Bambamarca, de la Provincia de Bolívar,departamento de La Libertad. Don José Bernabé, por su parte, se afincó en Uchucmacra.El había heredado el linaje de su padre. Tenía la piel blanca, los ojos zarcos y la inteligencia clara. También poseía la fuerza prodigiosa de un atleta, como refieren que fue su progenitor don José Navarro. De don José Bernabé Navarro Chávez se cuenta que en una oportunidad hizo volar, o sea lanzó una barreta de metal por sobre el campanario hacia la Plaza de Armas. Una prueba de esta naturaleza, se asegura, nadie podía efectuarla en aquel tiempo, y por esta razón despertaba la admiración y el asombro de los espectadores, quienes presenciaban la difícil prueba. Del mismo modo se destaca el hecho de no haber heredado las tendencias sanguinarias del autor de sus días. Muy por el contrario, ha dejado recuerdos muy gratos entre sus coterráneos. Como buen ciudadano, era honrado y respetuoso, trabajador y muy amante de la justicia. Fue Juez de Paz vitalicio de la comunidad y distrito de Uchucmarca.

Desde luego, es probable, no vamos a negar que por las venas de los descendientes de don José Navarro haya circulado, como se suele decir, gotas de sangre, quizás enfermas de odiosidad y criminalidad, entre otras taras; las cuales, como es obvio, las ha heredado también el pueblo mestizo en general. Sin embargo, la educación y las nuevas condiciones de vida, sociológicas, como resultado de los nuevos tiempos de modernidad y cambio, prácticamente han anulado este tipo de actitudes, sentimientos negativos. Sobre el particular, no debemos olvidar que la raza española, y europea en general, sobre todo en los primeros años de la conquista se caracterizaron por su espíritu de rapacidad y crueldad. Por tal razón, el crimen, la traición, la cobardía, etc., estaban a la orden del día. En este sentido, la trágica y convulsionada historia del Perú, registra hechos macabros y espeluznantes, protagonizados por gente de baja calaña y catadura moral como Lope de Aguirre, Francisco de Carbajal, Pedro Puelles, Hernando Machicao, Diego Centeno y otros tantos, quienes no se horrorizaron viendo derramar sangre humana.

Encontrándome en Mollepata (Huamachuco) don Juan Rebaza me informó que tenía muchas referencias sobre mi bisabuelo, el Señor José Navarro, a quien conoció precisamente en la Ciudad de Huamachuco, y que pese a ser un hombre ya viejo, mi notable ascendiente el señor José Navarro era muy inclinado a buscar líos y todo tipo de bullas y pleitos. Se cuenta que su arma favorita era siempre el puñal, la que sacaba a relucir en sus reyertas. Cierto día, aciago don José Navarro sostuvo un altercado con un Oficial del Ejército, quien de antemano conocía de su mala reputación. Fue un día negro para él, mi bisabuelo, porque en el duelo que sostuvo con el Capitán, quien por ser más joven y con más ventajas no le pudo dar tiempo para que sacara su acostumbrado puñal.

Y en consecuencia con la ventaja a su favor el oficial se le adelantó, incrustándole con su espada en el vientre. Ese fue el fin de don José Navarro, que ha dado lugar a esta tradición. Pero, volvamos al cura Vargas y la apertura a juicio criminal contra la familia Alfaro. El juicio fue acogido con gran solicitud por la Corte Superior en lo Civil, asi como en lo Eclesiástico por la Diócesis de Trujillo. Se cuenta que el juicio fue breve, ya que no duró varios meses, como siempre sucedía. Al dictaminarse la sentencia, el señor Dionisio Alfaro fue condenado a la pena de internamiento de cárcel. La sentencia no se pudo ejecutar, debido a la repentina muerte del gobernador y pese a su inesperado fallecimiento sus bienes, dejados y mas lo de su familia, asi como de todos sus deudos, fueron objeto de embargo. Asimismo, todos los comuneros implicados en el ataque al cura Vargas y a los hermanos Navarro fueron víctimas de la maldición. En fin, toda la responsabilidad por los sangrientos y luctuosos sucesos, que acabaron con la vida de algunos comuneros y la de don Dionisio Navarro, recayó en la familia Alfaro. En consecuencia, un piquete de 20 hombres bajo las órdenes de un Capitán fueron comisionados para llevar a efecto la terrible sentencia. Las casas de los hermanos Alfaro fueron saqueadas. Todas las cosas de valor, en especial, objetos de plata y otras joyas y alhajas fueron tomadas.

Luego del rodeo, efectuado en los “potreros” o vaquerías, el ganado vacuno de la referida familia, fue conducida a la plaza de Armas del pueblo San Juan Bautista de Uchucmarca.

Se calculó en 400 reses, entre grandes y chicas.Este ganado fue igualmente tomado como embargo o reparación civil en bien del Estado y de los agraviados (?) y fue así como una de las más notables familias del lugar, al ser despojada de sus bienes, caía indefectiblemente en la mendicidad y con el agravante de recibir el despectivo mote de “maldecidos”.


Maximiliano González Navarro.
Trujillo, Marzo de 1983
Foto: El maestro Maximiliano González Navarro aparece en la foto sonriente y en medio de dos ex- alumnos suyos, de Humberto Mariñas Alfaro (izq.) y Luis Puertas Caicedo.
Nota.- Maximiliano González Navarro (1898 - 1996) fue natural del Distrito de Uchucmarca, Provincia de Bolívar,Departamento de La Libertad,Perú.Se desempeñó a lo largo de gran parte de su vida como maestro de escuela y es autor de muchas tradiciones,cuentos,leyendas,etc. que en su gran mayoria están inéditas, casi todas ellas corresponden a su región de procedencia.

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